Monday, September 5, 2016

50 años de CAFH



UN CAMINO DE DESENVOLVIMIENTO ESPIRITUAL CONMEMORA SUS 50 AÑOS DE VIDA | SUS MIEMBROS BUSCAN LA LIBERACIÓN INTERIOR, LA PARTICIPACIÓN CONSCIENTE CON LA HUMANIDAD Y LA UNIÓN CON LO DIVINO.

En septiembre de 2016 se conmemoran los 50 años de la fundación del primer grupo de Cafh en Bolivia. Mientras se llevaba a cabo el tradicional desfile de teas, en la víspera de otro aniversario del levantamiento libertario de Cochabamba, un pequeño grupo de intrépidos jóvenes eligió el camino del desenvolvimiento espiritual. A partir de entonces grupos de Cafh se reúnen regularmente en varios departamentos del país para estudiar, meditar y compartir ideas con la intención de vivir más conscientemente y así mejorar la calidad de vida, la propia y de sus comunidades.

Oscar Zegada relata un proceso de encuentro con las enseñanzas y reuniones de Cafh.

“La palabra guía, el ejemplo conduce, pero sólo darse transforma” (Santiago Bovisio) decía la tarjeta que una amiga me regaló hace unos días después de una conversación sobre la vida, el mundo en que vivimos y las posibilidades de trascender las dificultades que les toca experimentar a cada ser humano y a la humanidad hoy en Bolivia y en todo el planeta. Poco después visité la página de internet cuya dirección me había dado (www.cafh.org) y me sumergí en un camino de posibilidades tan amplio que le pedí conversar sobre él y compartirlo. Alegre como siempre me invitó a participar de un diálogo abierto con personas que como ella, cada día trabajan silenciosamente procurando realizar en sí lo que desean para la humanidad: si queremos que el ser humano amplíe su conciencia, su participación, su solidaridad, su amor, su responsabilidad individual, social, ambiental, ¿qué tal si empezamos por hacerlo nosotros mismos?, ¿te atreverías? me desafió serenamente.

Las sillas estaban dispuestas en círculo y algunos integrantes de Cafh -un camino de desenvolvimiento espiritual- se dispusieron a dialogar conmigo. Mujeres y hombres comunes y corrientes, de las más diversas edades, apariencias y rasgos físicos, comenzamos lo que llamaron un ejercicio de diálogo. Miguel, uno de los integrantes del grupo, dijo que dialogar es todavía un ejercicio pues es algo que todos tenemos que esforzarnos por realizar, ya que cuando intercambiamos palabras, tendemos a no escuchar a los demás, a descalificar lo que contraviene nuestra posición sobre algo, a imponer nuestros puntos de vista. El ejercicio de dialogar es una práctica de apertura de la mente a lo diferente, de silenciarnos para dejar entrar a los demás en nuestra conciencia, de validación de lo diverso, de aprendizaje, y así entre todos llegar a un nivel más amplio de comprensión, explicó.

Puesto que estaba interesado en conocer más sobre eso de “hacer en un uno mismo lo que se anhela para la humanidad”, pregunte cómo se podía trabajar para conseguirlo. Tras unos segundos de silencio, Valentina dijo que creía que era imprescindible adoptar un método de vida que practicado sistemáticamente, cada día, poco a poco vaya haciendo de los pensamientos, sentimientos, palabras y acciones expresión de una conciencia y un amor más expansivos. ¿Un método de vida? Si, un conjunto integral de prácticas diarias como la meditación, la lectura, el estudio, el trabajo manual, una alimentación equilibrada, relaciones armónicas y provechosas, la oración,.... y no nos olvidemos de la intención bien dirigida, la actitud constructiva, el respeto a lo diferente, añadió Luis.

¿Vivir así, cada día?, me preguntaba dentro mío cuando Helena sonriente dijo suavemente: cada día, cada día. Cualquier ser humano, independientemente de sus características personales puede vivir así cada día; la clave es querer hacerlo y perseverar, esto es lo que hacen todos los que dedican sus vidas a algo, ya sean científicos, artistas, atletas, artesanos, trabajadores, amas de casa, estudiantes; todo en la vida exige un esfuerzo sostenido, permanente. A este esfuerzo llamamos en Cafh “ascética de la renuncia”.

“Ascética de la renuncia”, anoté rápidamente en mi libreta. Tras un breve silencio Raúl, con una voz cargada de tanto amor como fuerza, mientras miraba uno a uno a todos los que estábamos sentados en círculo, dijo que todo esfuerzo sistemático siempre da frutos, y que la clave de la ascética de la renuncia es: por un lado, una finalidad trascendente y por otro renunciar a los logros contingentes.

Parece que mi expresión facial y corporal de desconcierto fue muy explícita, ya que Raúl sonriente precisó: estamos acostumbrados a esforzarnos cuando sabemos que vamos a alcanzar algún beneficio para nosotros mismos. La ascética de la renuncia implica un esfuerzo para alcanzar algo que beneficia tanto a los demás como a nosotros mismos, es decir, una actitud abierta, de servicio, de interés por los asuntos que nos atañen a todos, más allá de los intereses personales. Además, nada que podamos lograr lo podemos retener indefinidamente; darlo generosamente a los demás, dejarlo ir, es decir, ofrendarlo, nos abre un campo nuevo de posibilidades donde podemos ejercer nuestra libertad interior. Explicar esta actitud no es algo sencillo, pero cuando se practica se comprende espontáneamente.

Sí, libertad interior. Aporté al diálogo que cuando leí las experiencias en prisión de Gandhi y Mandela, por ejemplo, me preguntaba quién era verdaderamente libre; si ellos tras los barrotes o sus carceleros. Josefina señaló que la libertad interior se alcanza cuando se está libre de apegos egoístas y se ha tomado conciencia de los propios condicionamientos y limitaciones, por lo que se adquiere control de la propia existencia. Es decir, cuando uno no es esclavo de sus deseos e impulsos y por lo tanto no es manipulable, ya sea por otros o por las necesidades o por las circunstancias.

Pienso que así es, añadió Miguel, y que la libertad interior va de la mano de la expansión de la conciencia. La conciencia del ser humano generalmente está limitada a sus intereses y deseos personales. En ciertos casos ésta abarca además al círculo familiar. Con menos frecuencia incluimos en nuestra conciencia a la sociedad en que vivimos, y muy pocas veces a la Humanidad toda. En Cafh procuramos incluir todos estos aspectos en nuestra conciencia y en nuestras decisiones. Además, nos proponemos mantenernos conscientes e ir asumiendo responsabilidad por todo lo que existe: el medio ambiente, las especies vivientes, etc. A ello le llamamos participación, y es uno de los pilares de la renuncia.

Para mí la renuncia, aportó Helena, es conectarse con la vida. La vida es permanente transformación, permanente cambio, nada se puede detener, nada se puede retener, todo se transforma permanentemente. Por ello la renuncia es una liberación gradual de todo aquello que no nos permite caminar libremente por la vida; el pasado, posesiones materiales, intelectuales, afectivas, miedos, expectativas. La renuncia es estar aquí y ahora plenamente, conectada con la vida en este instante, en este lugar, apagar el bullicio interior poniendo la mente y el corazón donde está nuestro cuerpo. Así acciones tan simples y que lucen muy poco espirituales como lavar una taza, barrer el piso, cepillarse los dientes, transportarse en trufi, se convierten en oportunidades concretas de realización interior. A esto llamamos presencia.

Entonces, como se puede apreciar, la renuncia es participación, presencia y también reversibilidad, afirmó Luis. Nada tiene una sola faceta, un solo lado; todo anverso tiene su reverso, toda afirmación tiene su negación; la oscuridad y la luz, lo positivo y lo negativo, el día y la noche. Todos son aspectos de una misma realidad. La reversibilidad es sumergirse en la totalidad de las facetas y los aspectos de la vida, reconocer, validar y valorar en su unidad la infinita diversidad de manifestaciones de la realidad personal, social, ambiental, cósmica. Nada queda fuera de nuestro interés, de nuestra conciencia, de nuestro amor. Sí, es como estar al mismo tiempo con los pies en la tierra y los ojos en la eternidad, comentó Josefina, mientras los pájaros del atardecer de Tiquipaya trinaban como despidiendo el día.

Raul acotó, puede ser que la renuncia no sea una idea intelectualmente fácil de comprender, pues se trata de una intención, una actitud, una práctica, una vivencia, y se va comprendiendo progresivamente, en la medida en que se hace realidad en nuestra vida. Cuando se nos habla de renuncia, en un primer momento surge la idea de que se trata de una pérdida, de un despojo. Yo diría que es más bien un dejar liberador de todo aquello que no nos deja transitar por la vida desenvolviéndonos como seres humanos libres. Para unos pueden ser posesiones materiales, afectivas o intelectuales; para otros condicionamientos adquiridos, miedos, prejuicios, gustos que nos controlan, en fin, cada uno puede ir descubriendo qué es lo que le limita. Por eso la Renuncia es en realidad un sendero de enriquecimiento interior, de descubrimiento de los verdaderos bienes del ser humano, los que son inherentes a su naturaleza y que están más allá del perder y ganar. Después de años de dedicación experimentando la renuncia, puedo concluir que Santiago Bovisio, el fundador de Cafh, tenía razón cuando comentaba: “Quien diga que no comprende la renuncia es porque no renuncia”.

Tras un breve silencio en el que todos procesábamos mentalmente lo que escuchamos y decíamos, Valentina dijo: para mí, experimentar la renuncia es como abrir temprano en la mañana la ventana de mi habitación dejando entrar el aire fresco. Es aprender poco a poco a pensar y discernir por una misma, en relación con los demás, el mundo, la vida sin interferencias de otros. La libertad de pensar, sentir y decidir por una misma es lo que cultivamos y desarrollamos en Cafh.

Pero, algún punto de apoyo tienen que tener –interrumpí impetuoso. ¡Claro!, me dijo sonriente; los puntos de apoyo son precisamente eso, medios que utilizamos mientras los necesitamos sabiendo que no son más que eso: puntos de apoyo. Por ejemplo tenemos enseñanzas para estudiar y practicar, pero no tenemos la obligación de creerlas de antemano. Lo que hacemos es experimentarlas y ver en nuestra práctica cuán válidas son para nosotros y los demás. Entonces no tenemos creencias que deban ser aceptadas sin cuestionamientos, no tenemos dogmas, no nos sometemos a personalidades carismáticas, ni entre los miembros de Cafh nos consideramos maestros ni discípulos; somos compañeros de camino. Nuestros postulados y principios son como una plataforma de lanzamiento de una nave espacial que nos propulsa a la aventura más hermosa de nuestra vida, el descubrimiento y exploración de nuestro espacio interior.

Miré por la ventana y las sombras de la noche dejaban asomar las primeras estrellas. Una extraña sensación de unión invadió todo mi ser; las estrellas del espacio exterior y las estrellas de mi espacio interior parecían latir al unísono. Un silencio profundo nos conectaba en nuestro círculo de diálogo. Participaba de una re-unión de seres humanos dialogando sobre sus posibilidades de desplegar todo nuestro potencial dando a la vida un significado trascendente.

En mi mente comenzaron a resonar las palabras que integrantes de Cafh de Santa Cruz, en una entrevista, vertieron hace poco más de tres lustros al responder a la pregunta: ¿creen que es posible encontrar aquí y ahora la felicidad?

“Si la búsqueda de la felicidad está centrada en la ilusión de tener una vida sin problemas, sin dolores, sin vejez, sin morir o sea sin devenir, por supuesto que no, pero si la felicidad está centrada en darse completamente a la vida y a los demás, desarrollar al máximo nuestras posibilidades interiores, vivir una vida plena de búsqueda de sentido trascendente, y amar incondicionalmente, entonces creemos que si es posible”.

No comments:

Post a Comment