"Ayudar a otros” es un concepto que cumple medio siglo de la mano de voluntarios japoneses que viajan por el mundo para prestar sus servicios en el desarrollo de la educación, salud, administración, deportes, agricultura y medio ambiente enfocados en la formación técnica, presentes en 88 países. Seis cooperantes cuentan su experiencia en Bolivia.
Este año se cumplen 50 años de la creación del Programa de Voluntarios Japoneses de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA). El trabajo inició en 1965 y hasta la fecha 40.000 voluntarios han ayudado en todo el mundo.
En 1978 el programa llegó a Bolivia y desde entonces se han enviado 894 cooperantes al país. El objetivo es transmitir conocimientos a sus homólogos bolivianos en cada área de trabajo.
Los cooperantes se quedan en el país al que son enviados durante dos años. Actualmente hay 67 voluntarios en Bolivia, la mayoría son mujeres. Todos llegaron a La Paz desde distintos puntos del país para la rendición de los informes finales, el reconocimiento de autoridades diplomáticas y nacionales y un encuentro con las Cebras. Seis de ellos comentan que lo que más les gusta de estar en diferentes puntos del territorio nacional es la gente, la comida, el paisaje y el clima. Una de las características que más los cautiva es el folklore.
Nadar y el Salar de Uyuni
Si hay algo que Tomonari Koyama, de 25 años, sabe es que el sentido del humor no está limitado por el idioma, cuando se le pregunta lo que más le gusta de Bolivia la respuesta inmediata es la salteña. Nació en Osaka y nadaba incluso antes de aprender a caminar, es profesor de deportes y educación física. Actualmente trabaja como entrenador de natación en cinco clubes de Cochabamba junto a la Federación Boliviana de Natación.
"Yo quería conocer otras culturas, salir de mi país; pero, sobre todo, conocer el Salar de Uyuni. Entonces empecé a buscar y encontré el programa de JICA(...). Trabajo en diferentes horarios con niños, adolescentes y nadadores para que participen en campeonatos. Ahora estoy con el club Delfines en Pacata, camino a Sacaba”, dice.
Cree que en Bolivia hay muchas falencias en la técnica y entrenamiento de los nadadores, y eso es lo que justamente intenta cambiar. Según explica, en Japón se enseña desde sentir el agua antes que los estilos. Koyama logró conocer el Salar de Uyuni y le pareció hermoso.
Los niños y el idioma
Ayako Kanamura tiene 29 años, es enfermera y nació en Yamagushi. Desde muy pequeña supo que quería ser voluntaria. Desde noviembre de 2014 coopera en el Hospital Materno Infantil en Riberalta, Beni.
"Aún me falta aprender mucho el castellano. Por ello, en el trabajo practico con mis colegas y con los niños con los que siempre juego. Me gusta mucho el clima de Riberalta porque es siempre cálido”, comenta.
Para la cooperante, el voluntariado es una forma de conocer otras culturas y observar otra realidad viviéndola.
Seguridad alimentaria
Makie Yoshida tiene 24 años y es de Tokio. Estudió Relaciones Internacionales y trabajó en organizaciones no gubernamentales en el área de desarrollo comunitario. Justamente, es lo que hace actualmente en localidades rurales de Cochabamba.
"Ahora trabajo con la ONG Aynisuyu dando talleres sobre la seguridad alimentaria a familias de varias comunidades rurales, es ahí donde me doy cuenta de cuán diverso es el mundo”, cuenta. Cada vez que visita una comunidad observa cuán diferente es de su natal Tokio. Estar rodeada de animales y naturaleza es una experiencia inolvidable. Dice que es " cochabambina” a la hora de disfrutar la comida.
Medio ambiente
Masami Kobori tiene 27 años, nació en Osaka y es profesor de educación media. Cuenta que antes no le interesaba demasiado la educación en medio ambiente, el cambio sucedió cuando pasó unos talleres de JICA sobre el tema en su ciudad.
Hoy da talleres en el Servicio Departamental de Educación (Seduca) en Cochabamba. "Trabajamos para reducir los residuos, reutilizar y reciclar y así cuidar el medio ambiente. Yo no tenía pensado venir a Bolivia, pero ahora me gusta mucho. La gente es alegre y amable”.
La violencia de intrafamiliar
Kaori Nagayama tiene 36 años, es de Aomori y es trabajadora social, se enteró del programa de voluntarios gracias a una amiga que era cooperante. Desde el 2014 ayuda en el Centro de Salud de Tupiza, en Potosí.
"Hay muchos problemas de violencia intrafamiliar en Tupiza, y en general en Bolivia; estamos trabajando para que cambie eso. Hay mucho machismo en el país y queremos ayudar a las familias y las mujeres”.
Para ella, el voluntariado, además de un intercambio cultural, significa cooperar en un país que está dispuesto a gestar un cambio a través de conocimientos y acciones. Aunque no disfruta del frío que hace en Tupiza, le gustan las montañas.
En la sala de parto
Misako Tomori tiene 59 años, es de Saitama y es enfermera obstetra. Una amiga le contó del programa de voluntariado de JICA y se animó a participar.
Actualmente, trabaja en el Hospital Materno Infantil de Trinidad. "El trabajo es aún difícil para mí porque no hablo bien el español. Bolivia es diferente al Japón, aquí no puedo recibir sola a los niños durante el parto, en cambio allá es permitido. Creo que aquí falta observación por parte de las enfermeras”, comenta.
Todos ellos esperan que el trabajo que realizan sea sostenible, que marque una diferencia y que los resultados beneficien a las personas que más lo necesitan por otros 50 o 100 años.
Cooperación
Voluntarios Existen cuatro tipos de cooperantes en el Programa de Voluntarios Japoneses de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA): voluntarios de Cooperación Exterior del Japón, voluntarios senior, voluntarios jóvenes y senior para las comunidades Nikkei.
Instituciones El programa trabaja con instituciones que han solicitado ayuda en diferentes áreas de trabajo (salud, educación, agricultura, etc.) y se constituyen en la contraparte de la ayuda prestada.
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