Tuesday, August 1, 2017

IBCE “Los medioambientalistas, los ecologistas, los activistas comerciales odian el éxito”



En plena campaña de invierno, cuando se siembran o se cosechan productos como el trigo, la soya, el sorgo o el girasol, el gerente general del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), Gary Rodríguez, expresa desde Santa Cruz el reclamo de su sector de que se les permita introducir semillas genéticamente mejoradas, capaces de hacer frente a las plagas y a la sequía.

Además, sostienen que de esa manera se podría aumentar la producción, tener precios más competitivos y cuidar el medio ambiente, así como la salud de los consumidores.

CAPITALES (C). ¿Cómo evalúa la campaña de invierno?

Gary Rodríguez (GR). Fue desastrosa. El sector perdió sobre todo por la sequía, no vista en los últimos 25 años, y por plagas o ataques de insectos como el gusano cogollero y el gusano pegador de hojas en la soya, sorgo y maíz. Fueron ataques feroces.

Esto generó pérdidas por $us 250 millones, que sumado al endeudamiento anterior de cerca de 250 millones significó, solo para el sector de Santa Cruz, un golpe durísimo por $us 500 millones el 2016.

C. ¿Quiénes son los más afectados?

GR. El sueldo del agricultor es el pago por su cosecha. Si la misma se ha visto mermada en un 50%, como en 2016, quiere decir que han reducido sus ingresos a la mitad y ni siquiera han honrado sus deudas.

Los pequeños productores, que han perdido todo, se han visto sin ingresos y con sus tractores e implementos agrícolas hipotecados, debiendo a la banca o a las casas agrícolas.

Como dato: se perdieron 182 mil toneladas de maíz. Bolivia tuvo que importar 127 mil toneladas entre agosto y mayo, gastando 20 millones de dólares, favoreciendo a productores argentinos que trabajan con biotecnología… y a los nuestros no les dejan trabajar con biotecnología.

C. ¿Por qué no se les deja trabajar con biotecnología (semillas genéticamente modificadas)?

GR. No está autorizada en Bolivia, a excepción de la soya en un solo evento resistente al glifosato.

C. ¿Qué se requiere de parte del Gobierno para que Bolivia acceda a la biotecnología?

GR. Lo que se necesita es una decisión política. Creo que el Gobierno está consciente de la necesidad (de sembrar semillas genéticamente modificadas). Creo que está evaluando para tomar decisiones, pero me imagino que hay presiones sociales.

C. ¿Qué tipo de presiones?

GR. Lamentablemente hay muchos mitos, por una parte, y desinformación, por otra. La comunidad se ve sorprendida por grupos de interés que se oponen al avance de la tecnología porque defienden la venta de los productos que denominan ‘orgánicos’, que no lo son. O simplemente porque algunas fundaciones u ONG siguen viviendo una vida holgada, con recursos externos, mientras los agricultores están sufriendo.

C. ¿Qué diferencia habría para los agricultores bolivianos si tuvieran acceso a semillas genéticamente modificadas, como sucede en países vecinos, en productos como la soya, el maíz o el algodón?

GR. Si el agricultor boliviano tuviera las mismas condiciones de producción que el productor argentino, brasileño, paraguayo o uruguayo, con toda seguridad no le habría ido tan mal como el año pasado. Lo triste es que quienes se oponen a la biotecnología viven muy bien. Pero los agricultores bolivianos, que no tienen acceso a la misma y ven su producción afectada por las hierbas, los insectos o los cambios climáticos, muy mal.

C. ¿Desde hace cuánto tiempo se siembra semilla genéticamente modificada en el mundo?

GR. En 1996 fue autorizado por primera vez el uso de esta semilla en EEUU y otros países. Entonces se sembraron 1,7 millones de hectáreas de soya, maíz y de canola. Veinte años después se sembraron 185,1 millones de hectáreas en 26 países, incluida Bolivia, y la producción creció en 110 veces.

En nuestro país se siembra soya con semilla genéticamente modificada pero con un solo evento (glifosato). En Argentina y Brasil están con varias decenas de eventos, que han desarrollado incluso sus gobiernos.

C. ¿Cuál es el efecto de la biotecnología?

GR. De acuerdo a los datos oficiales, la producción con semilla genéticamente modificada en el mundo representa un cambio de tecnología que deja atrás una producción convencional que baja el uso de agroquímicos y necesita menos agua para el riego.

Otro dato es que en 20 años no ha habido un solo caso de salud (enfermedad), una sola muerte o una denuncia seria por consumir alimentos genéticamente modificados. Mientras que, en paralelo, hubo decenas de muertes por consumir alimentos orgánicos que han causado en muchos casos contaminación, intoxicación y muerte entre los consumidores.

Todo aquello que se dice en relación a los alimentos genéticamente modificados, como que producen cáncer o son dañinos para la salud, han sido totalmente desvirtuados por centenares de estudios, asociaciones y científicos, que han dado cuenta que no es así.

Un total de 123 premios Nobel han aseverado y firmado, poniendo en pleno riesgo su prestigio, siendo ellos médicos, físicos y químicos, que los cultivos genéticamente modificados son menos dañinos para el medio ambiente, que son inocuos y que no dañan la salud.

Hay otros estudios, como los de la Academia Nacional de Ciencia Medicina e Ingeniera en EEUU o de la propia FAO u OMS, que dieron cuenta de que los alimentos genéticamente modificados son buenos. Que benefician principalmente a los pequeños productores, que son los más vulnerables.

C. ¿Por qué son menos dañinos para el medio ambiente?

GR. Son amigables con el medio ambiente porque contaminan menos; utilizan menos plaguicidas, herbicidas e insecticidas que los cultivos tradicionales.

Por ejemplo, cada aplicación de un insecticida o de un herbicida, no en una huerta sino en 185 millones de hectáreas, implicaría uso de agua dulce, diesel para las maquinarias cuya quema produce dióxido de carbono y además contamina la tierra porque no se degrada y puede contaminar los propios alimentos.

Frente a eso, lo que propone la biotecnología es una semilla resistente a los insectos, a herbicida de amplio espectro (como es el glifosato), o que no se tenga que fumigar reiteradamente para atacar a las malezas.

Ya no se tendría que fumigar y le representa un ahorro principalmente al pequeño agricultor y una garantía de mejor rendimiento, que mejorará la economía.

C. ¿También se aplica para los grandes productores?

GR. Claro que sí. Lo que pasa es que los medio ambientalistas, los ecologistas, los activistas comerciales odian el éxito. Ellos atacan al gran productor, como si ellos se comieran todo el alimento que generan, cuando en realidad ese alimento beneficia a nuestra población y también al mundo.

Ellos quisieran un mundo ideal, donde se venda orgánico, pero lo orgánico se vende caro: ocho o diez veces más. Es imposible porque nos llevaría a una hambruna, a una disparada de los precios y a un caos social. Mientras que con la biotecnología tenemos más, mejores y más económicos alimentos.


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