Cuando comprobó que la piel de su pierna se carcomía Vicente tomó una determinación, la más importante en sus 34 años: alejarse de las drogas y el alcohol, y buscar ayuda para rehabilitarse. No fue fácil, pero ahora, tras un año de tratamiento en la casa hogar David de la Asociación Cristiana Benéfica de Rehabilitación y Reinserción de Marginados (Remar), asegura que dejó atrás esa "mala” vida.
"Antes trabajaba y estudiaba, pero mis padres murieron y mi mundo se vino abajo. Comencé a tomar, no volví a casa... Dormía en los cajeros. Un día me salió un granito en mi pie, se infectó y comenzó a cangrenarse. Me asusté, porque la herida crecía”, relata mientras pule un pedazo de madera en la moderna carpintería del hogar David. El taller fue equipado por la Embajada de Japón y se inauguró ayer.
Vicente recuerda que cuando vivía sus peores días se encontró con un amigo, quien le aconsejó que acuda a Remar . Así es como llegó al hogar donde apoyan a personas con problemas de adicción, víctimas de violencia y en situación vulnerable.
"Aquí hay apoyo y ayuda siempre y cuando las personas acudan de forma voluntaria”, comenta el presidente de Remar- Bolivia, Jhon Ugalde, contó que la institución. La terapia -cuenta- consiste en vivir en dos tipos de casas hogares, durante un año; luego, si el interno quiere, se queda como voluntario o misionero, o se independiza.
Remar tiene 21 casas hogares de primera y segunda etapa de rehabilitación. Los albergues están en todo el país, excepto en Chuquisaca, Potosí y Trinidad.
En la primera etapa, las personas viven en fincas hogar donde se someten a "una desintoxicación” del cuerpo, alma y espíritu con oraciones. Ahí los internos siembran verduras y hortalizas para estar ocupados. Paralelamente trabajan para encontrase con Dios a través de la oración.
En la segunda etapa, el interno busca un oficio y trabaja para mantenerse ocupado. Ayer Página Siete visitó uno de estos albergues, la casa hogar David, donde vive Vicente y otras 23 personas.
El coordinador de los Proyectos de Remar en Mallasa, César Gutiérrez, apuntó que todos los internos se capacitan en cinco áreas: albañilería, pintura, carpintería, traslado de muebles y reciclaje. "Esos proyectos productivos generan recursos para que la casa sea autosostenible”.
Las tareas del hogar están divididas de acuerdo a la vocación de cada interno. Óscar Melgar, por ejemplo, preparara la comida todos los días. En tanto, Víctor Hugo Mercado, de 28 años, es el encargado de vigilar el orden.
"Esta es mi cama”, muestra Víctor mientras se sienta y sostiene entre sus manos tres portaretratos con fotos de sucesos que marcaron su vida. "En esta foto se ve cómo era yo cuando consumía drogas”, dice mientras señala una instantánea deteriorada en la que él aparece delgado y demacrado.
Víctor cuenta que ingresó a ese mundo a los ocho años, cuando murió su papá. "Quise sostener a mi familia porque era el varón. Comencé a trabajar, luego a robar, inhalé clefa y consumí marihuana, luego pasé a la pasta y a la cocaína”, relata el joven cruceño. Llegó a ser distribuidor y hubo un momento en el que las pandillas de su barrio casi lo matan. Entoces -cuenta- reaccionó y buscó ayuda en Remar. Ahora tiene dos años como rehabilitado y uno como voluntario.
En otra de las fotos está su novia, quien también es misionera de la casa hogar de mujeres Dorcas. Ahí superan adicciones muchachas y madres junto a sus hijos. Ayer también se inauguró una panadería equipada, gracias al apoyo del Japón.
El embajador del Japón en Bolivia, HidehiroTsubaki, fue el encargado de entregar el aporte que asciende los 56.980 dólares.
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